Crónica del señor que iba a hablar

  • Por Christian Remoli -
  • Publicado el 31/03/2019

En Junín, pasaba poco. Y cuando pasaba algo, pasaba mucho.

Al club Los Indios había ido a jugar al básquet (mi pasión) y a ver boxeo, otra de las pocas cosas q pasaban cuando pasaba poco.

Un día cualquiera de 1982, un vecino radical (que después me regalaría una boina blanca) me llevó junto a un familiar al club Los Indios. "Vení, vamos a ver a un señor que va a hablar". "UN SEÑOR QUE VA A HABLAR", excelente eufemismo para un niño de 8 años.

Entramos y el gimnasio estallaba, ese señor que iba a hablar, estaba junto a otros señores que iban a hablar, y triplicaba la convocatoria que Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota llevarían a ese mismo lugar 8 años después.

Para mi el evento fue un plomo, larguísimo, así de largo como se te hacen las cosas cuando sos pibe y te querés ir de un lugar. Pero cuando el SEÑOR QUE IBA A HABLAR, HABLÓ, cambió todo.

Ese señor levantaba la voz cuando el discurso se lo pedía y tenía un bigote renegrido y el pelo peinado a la gomina. Ese señor hablaba en términos firmes y llevaba voz ronca, de fumador. Ese señor tenía aspecto del tío que te acompaña en todas pero te pone los puntos cuando te los tiene que poner. Ese señor te daba seguridad.

No habló más de 20 minutos y no recuerdo lo que dijo. Pero sí retengo una imagen que me marcó. Al lado nuestro había dos personas mayores, de 70 años (tener 70 en la década del 1980 era como tener 90 ahora, poca gente pasaba los 70). Siempre supuse que eran hermanos porque se parecían. Cuando EL SEÑOR QUE IBA A HABLAR, redondeó su discurso con una arenga que redobló en la gente el efecto de Ji ji ji 8 años después, esos dos señores se largaron a llorar como niños. Y el niño que era yo, quedó shockeado. Yo nunca había visto un hombre llorar. Hijo del Patriarcado al fin, la exclusividad del llanto la destinaba a las mujeres. En mi casa lloraban las mujeres, en la tele lloraban las mujeres.

Con el tiempo, revaloricé aquel llanto. Aquel llanto no era un arranque de emociones ante un discurso casi de campaña, era de dos señores que habían atravesado todo el Siglo 20 y que se permitían ilusionarse, esperanzarse a moco tendido, ante el inminente regreso de la democracia.

Después de eso, no puedo evitar emocionarme cuando veo un hombre llorar.

Y pienso que hoy, a 10 años de su muerte, un poco todos somos esos dos abuelos, escuchando a ESE SEÑOR QUE IBA A HABLAR.

Lástima que sea un poco tarde.

La foto es del Gordo Haylli. Corresponde al 30 de octubre de 1982, exactamente un año antes de las elecciones.

EL SEÑOR QUE IBA A HABLAR entra al Club Los Indios de Junín y saluda con ojos grandes y mano tendida.

Gracias, Raúl.