Felíz cumple, Raúl. - Por Cristian Rémoli

  • Publicado el 12/03/2020

Escribir, desarrollar y realizar un documental de Alfonsín significa una gran responsabilidad. Contar una historia del político más citado en los últimos tiempos, también es una tentación de caer en falsas épicas. También lo es contar el “Alfonsín conveniente”: el "honestista" que no se llevó nada a la casa (reivindivado mayormente en el Pro) o el "populista", el de la pelotera con Reagan, la pelea con La Rural y el discurso contra Clarín (reivindicado por el kirchnerismo).

(Algo me hace suponer que esa reivindicación del reivindicado, no es para reivindicarlo, sino para reivindicar a los reivindicadores. Espero ser claro con el intríngulis chíngulis del que excluyo a Alberto Fernández del que me parece poder ver un interés teórico sobre Alfonsín que no alcanzo a ver en el resto).

El tema es que sos “alfonsines” honestistas y populistas (verdaderos pero incompletos) se eclipsan el uno al otro y tapan al liceísta contemporáneo a Galtieri, Harguindeguy y Anaya que se decidió por la democracia de adolescente, al militante de la UCR en Chascomús que presidió su Comité, al padre ausente (física, pero no psicológicamente) de seis hijos y abogado desinteresado por la plata dedicado a la política, al diputado por la Provincia de Buenos Aires en los 50 y 60, al radical rupturista que creó el Movimiento de Renovación y Cambio dentro de su partido al que Tosco le ofreció ser su vicepresidente cuando perdió la interna con Balbín, al que estuvo al Frente de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos antes del Golpe del 76, al que presentaba y dejaba Hábeas Corpus en blanco en plena dictadura cuando las Madres empezaron a buscar a sus hijos, al único político que se opuso públicamente a la Guerra de Malvinas, al primero que le ganó una presidencial al peronismo no proscripto, al que impulsó los juicios y la Conadep, también al Presidente con los errores y virtudes aún presentes (creer que la economía estaba subordinada a la política, la insoportable hiper, la represión de los Tablada), al impulsor del Pacto de Olivos y responsable de la Reforma de la Constitución que rige la vida argentina hoy, al titiritero de la Alianza, al que se accidentó en un paraje de la Patagonia argentina por ir a militar a un pueblo de 8 mil habitantes en 1999, al que (según las palabras de Duhalde) lo impulsó a tomar las riendas en 2001 y también al militante que fuera la palabra más calificada de su partido hasta el último suspiro de lucidez.

Había un Raúl que nosotros conocíamos más, el de la 9 de Julio, el de la “Economía de Guerra” y el de “Felices Pascuas”. Y uno que conocíamos menos, el de los 60 y 70 que habla de Revolución, oligarquía y violencia de abajo engendrada por la violencia de arriba, el que se conmueve con la historia de un fotógrafo exiliado al que promete derogar la autoamnistía militar, a quien baja en Campo de Mayo a pesar de la amenaza de muerte y al que en La Tablada se contradice y convoca a las FF.AA. a reprimir pero -para ser justos- va a poner el cuerpo en el medio de la catástrofe desata por Gorriarán.

Pero acaso la enseñanza mayor reconstruyendo a Alfonsín es que aprendimos a entender el valor del militante político formado en los años 40 y 50. Y el valor de la política como un instrumento colectivo y con la Constitución en la mano planteada por Alfonsín.

No deja de sorprendernos, aún hoy, la falta de autobombo de Alfonsín. Imaginen a otro político impulsando la democracia en Latinoamérica, el Grupo contadora, el Mercosur, la Patria Potestad compartida, juzgando por primera vez en la historia de la humanidad a militares por civiles, peleándose con Reagan, impulsando la ley de divorcio (son ser divorcista), sumada a todas sus luchas con la Iglesia, los milicos, las corporaciones empresarias, los sindicatos, su propio partido, sin ponerse una sola cucarda. No hay una sola de las políticas de estado que impulsó que se llame "Raúl Alfonsín" o se acerque a su nombre. Y eso es entender la política como un acto colectivo que -me permito- aplaudir de pie que y coloca a Raúl en otro lugar.

Finalmente y viendo su derrotero que arranca con la salida del Liceo militar en el 44 y termina en sus últimos momentos de lucidez, cuando le dice a su amigo Quico Pujol en un lecho de muerte "con soja todo lo que nos pasó no nos hubiera pasado", me atrevo a decir -obviamente con las disculpas de todos los presentes- que Alfonsín fue un militante político de 75 años que fue 6 años Presidente.

Y me atrevo a sumarle (también con el perdón de los presentes y acaso tomado por la subjetividad de mi gran admiración) que fue el militante político más importante del Siglo 20.

Publicación de Cristian Rémoli en facebook