El último encuentro
- Por Christian Remoli -
- Publicado el 30/06/2019
A horas de la pelea Menotti-Ruggeri, así fue el último encuentro entre Bilardo y Menotti en 1983, el primer eslabón de una cadena que –parece- no tener fin.
“Los dejé a los dos en ascensor. El Gráfico había sido muy crítico con Menotti después del Mundial 82. Subieron, no quisieron que presencie la charla. Y me senté a esperar. Fueron 3 o 4 horas, no recuerdo exactamente el tiempo… pero fue una reunión larguísima”
José Luis Barrio, cronista de El Gráfico, evoca con precisión el lugar que le dio la historia futbolera nacional en la primavera europea de 1983. Porque la primera decisión que tomó Carlos Bilardo después de asumir, fue hacer una gira por Europa para ver a los seleccionados, a algunas estrellas del fútbol Mundial, entre ellas Uli Stielike, líbero alemán, y hablar con el DT saliente, César Luis Menotti.
Hasta ese momento, el rival futbolero de Menotti era Juan Carlos Lorenzo, el Toto, DT de Boca a partir de la segunda mitad de los 70 y ganador de dos Copas Libertadores (77, 78), una Intercontinental (78). La relación entre ambos rozaba la cordialidad pero eran de mundos futbolísticos antagónicos. Lorenzo, formado en Europa, práctico; Menotti, amante de la nuestra, el romántico hacedor del Huracán del 73, en plena primavera camporista, con los juglares de izquierda visitando la concentración de Parque de los Patricios y el fútbol lindo.
El ABC del Chimento, la página que reservaba El Gráfico para el chusmerío (mucho antes de que el periodismo deportivo se convirtiera en aquelarre mundano), dio cuenta en las primeras ediciones de 1978 de que Menotti pensaba en Bilardo y en Zubeldía para espiar a los rivales del seleccionado en primera rueda del mundial que se disputaría en Argentina. Ni había odio, ni Menotti era tan tonto como para mirar solamente a los propios.
Después de ganar esa Copa, levantada mientras tiraban desaparecidos al rio que estaba a 500 metros del Monumental, Menotti fue Dios, Padre, Hijo y fue Espíritu Santo.
Ese equipo, con Diego Maradona, más Ramón Díaz y Juan Barbas, era el candidato absoluto a retener el título en España 82. No pudo ser. Menotti, atraído por la vida de Barcelona y un seleccionado con referentes en decadencia, volvieron en segunda ronda, derrota contra Brasil, expulsión de Maradona y final de la guerra de Malvinas incluida.
Esa prensa que había puesto a Menotti en el Olimpo, lo bajó de un hondazo. El sucesor, se entendía, era la mayor responsabilidad de Julio Grondona en sus tres jóvenes años de mandato. El candidato lo puso El Gráfico. Fue una reunión en el Sindicato de Canillitas, en la que invitaron a disertar al Chino Benítez, Roberto Perfumo, Bilardo, y al mismo Grondona. Ambos (el Dr y Don Julio), enfrentados por las viejas luchas Libertadores entre Estudiantes e Independiente, sellaron a partir de ese día un matrimonio por años.
“Para que vayas a Europa, la AFA no tiene un mango”, le dijo Grondona para romper el hielo después de que bajaron del altar. “Bilardo no solamente pagó el pasaje a Europa y todos los hoteles en aquella gira, sino que aceptó que un periodista de El Gráfico estuviera con él. Nos encontramos en Madrid, ´dormimos juntos y vamos y vamos con todos los gastos´, me dijo. Dormíamos en hoteles de dos mangos y comíamos sándwich de jamón y queso”, contó Barrio, enviado de la revista que tenía una tirada semanal promedio de 150 mil ejemplares.
En España, además de Stielike, Bilardo visitó a Di Stéfano y a Maradona. Ahí, después de armarle un diagrama inentendible de cómo quería que jugara la futura selección, le tiró la cinta de capitán. Esto significaba la primera gran diferencia del ciclo anterior, en una etapa marcada por los sobrenombres que coqueteaban con lo marcial, Mario Kempes era El Matador y Daniel Passarella El Gran Capitán. La primera ficha fuerte fue darle la llave del equipo a Maradona y la copia (porque fue subcapitán) a Passarella, a quien se lo fue a decir personalmente a Florencia, reunión de la que participaron el mismo Barrio y Daniel Bertoni, compañero de Passarella en la Fiorentina.
Volvieron a Madrid y de ahí a Barcelona a ver a Menotti.
Recuerda Barrio, “tenía sumo interés en hablar con Menotti. No eran amigos, pero tenían una buena relación de conocerse del fútbol. Me habló bien de Menotti , ´yo me acuerdo cuando empezó, cargando él las pelotas al hombro, que no tenía ni donde entrenar, yo lo conozco mucho a Menotti…”. El encuentro fue en el Hotel Arena y el Flaco abrió los ojos cuando lo vio a Barrio con Bilardo. “¿Qué hacés acá, yo a vos no te digo ni una palabra, ni me sacás una foto, ni nada. Hacé de cuenta que no estuviste nunca conmigo”, le dijo al enviado de El Gráfico. Menotti se lo llevó a Bilardo en el ascensor a su habitación y ahí estuvieron, “si la memoria –dice Barrio- no me traiciona 3 o 4 horas”.
Bilardo salió, Menotti saludó a Barrio desde lejos y rápidamente se subieron a un taxi. “No puedo decirte nada de lo que hablamos, se va a calentar conmigo”, le dijo el DT. “Carlos, hace un mes que estamos juntos dando vueltas por Europa, no podés dejarme sin nada”.
Ya en el hotel, Barrio lo convenció. “Aceptó decirme tres cosas. La primera, que le había preguntado por Tarantini y Menotti le había dicho, ´es Tarantini y 10 más tu selección, te lo digo bajo mi responsabilidad´. La segunda, tuvo que ver con Gatti, Menotti –que no lo había convocado entre el 78 y el 82- le puso el teléfono del Loco en el bolsillo del saco para que lo llame. La tercera, era una duda que tenía sobre Enzo Trossero, central de Independiente. Menotti se lo bajó, ´de lunes a viernes en los entrenamientos es un león, pero los domingos es un gatito´. Quedé muy contento, con eso ya tenía para escribir para El Gráfico”, redondea Barrio.
Lo que siguió a eso fue una grandilocuente polémica en la que –mayormente- cuesta encontrar en los archivos un debate de ideas. Sí abundan roces personales, chicanas y se destacan dos bandas de periodistas que llevan 37 años peleados por si es mejor marcar en zona o con líbero y stopper, escuchar Tejada Gómez o los Wawancó.
Un retazo de temporada de esa pelea es la del pasado jueves entre Ruggeri y el mismo Menotti. En la que el actual panelista de Fox respondía en el canal las acusaciones que Menotti hacía por otro canal.
Surgen algunas cuestiones llamativas. No de esta última discusión sino del repaso por el camino donde caminan los hechos futboleros. Acaso la más potente es el repaso por los goles de las finales de las selecciones campeonas del mundo. La de Menotti, a pesar de la prédica eterna por la tenencia del balón y lateralización del juego, a pesar del amor irrefrenable por Daniel Valencia, un número 10 de gran habilidad pero de porte físico chico, termina siendo un equipo que define el pleito contra Holanda con goles de carácter vertical, sostenidos en la potencia física. Puntalmente, apoyados en la dinámica de Ardiles y la fuerza de Kempes, en un principio pensado como delantero que acompañara a Valencia y finalmente jugando en el puesto que Menotti pensaba para Valencia. Kempes fue figura y goleador del Mundial.
Repasando los goles de Alemania en la final del 86, también aparecen cuestiones en las que el fútbol contradice previsiones y verdades absolutas. “Cuando practiquemos 1000 pelotas paradas, nunca más nos hacen un gol de pelota parada”, sentenció Bilardo a meses de asumir. En el partido más importante de su vida de entrenador, dos goles de pelota parada enterraron el enunciado del DT campeón del mundo en México. “Practicar no te hace perfecto”, dice una canción de Soda Stéreo, escrita por Cerati, que pocas veces debe haber tirado un centro en cancha de 11 pero que abona a una teoría tan cierta como que en el fútbol la única verdad es que la verdad no la tiene nadie.
Un detalle no menor es que Bilardo nunca llamó a Tarantini y a Gatti y sí lo citó a Trossero después de aquella reunión en Barcelona.
Otro es que los únicos dos entrenadores campeones del mundo en los casi 152 años de historia del fútbol agentino, nunca más pudieron sentarse a tomar un café, como en aquella primavera europea de 1983. Una pena, ¿no?.