Madrea: “La docencia debe ser capaz de interpelar los principales problemas que tenemos como sociedad”

  • Publicado el 15/11/2023

Entrevista a Mauricio Madrea, Director del ISFD N° 129 de Junín

La Escuela siempre es foco de debates y también es observada como el espacio desde el cual se deben resolver las crisis que vive la sociedad. Pero, ¿puede asumir esa responsabilidad la docencia?, ¿cómo se piensa la formación docente desde un instituto superior?, ¿qué modelos y valores acompañan la formación para el futuro profesional? 

Mauricio Madrea es el Director de la Unidad Académica de la Escuela Normal Superior de Junín, de la cual forma parte el Instituto Superior de Formación Docente N° 129. Como defensor de la educación pública, postula el rol fundamental que tiene una práctica político pedagógica en las aulas, y considera a la educación como un espacio más para construir el espacio público desde el saber y conocimiento.

Desde las aulas del ISFD Nº 129 se pueden estudiar carreras que van desde un profesorado de Educación Inicial, hasta otras como Historia, Biología o Letras. Más de mil estudiantes pasan por sus aulas diariamente, en nueve carreras, y en la búsqueda por graduarse y comenzar el desafío de ser docente en la Argentina de hoy.

En esta entrevista, Madrea aborda desafíos y conceptos, y plantea los problemas que se abren a partir de pensar la educación en una sociedad atravesada por el conocimiento y la mercantilización de la vida.

-El ISFD129 ofrece estudiar diversas carreras docentes; sin embargo, se puede pensar que en la actualidad se trata de una profesión cargada de tensiones y desafíos. ¿Cómo es ser docente hoy?

-Es una pregunta que transita un largo itinerario de análisis teórico. Desde posiciones que entienden al docente como apóstol, un modelo moral y un funcionario público, pasando por la noción de profesional de la enseñanza, hasta quienes lo conciben como un pedagogo, trabajador de la cultura y un intelectual transformador. Nos gusta pensar la docencia en línea con estas últimas acepciones. Creemos que las y los docentes somos intelectuales que tenemos una tarea inherentemente política y de compromiso social. Somos quienes acercamos los legados y bienes culturales y simbólicos entre generaciones, para dotarlos de sentidos que contribuyan a construir sociedades menos individualistas, menos violentas, más justas, más democráticas y más inclusivas. Por ello, creemos necesario debatir con posiciones que conciben el trabajo docente como una tarea individual, técnica, neutral y apolítica. Para construir lo común y lo público se deben asumir posiciones ético-políticas que se sitúan en el terreno de la no neutralidad.

-Estamos frente a un instituto que tiene más de cincuenta años de vigencia. De hecho las celebraciones fueron en mayo de 2021, en plena pandemia. ¿Cómo fue este recorrido?

-Nuestro Instituto es de referencia a escala regional, tanto por su larga historia, por su amplia oferta académica como también por ser centro de concurrencia de estudiantes de más de 20 pueblos y localidades vecinas de esta región y de otras regiones educativas. Según el año, tenemos entre un quince y un veinte por ciento de estudiantes que no son de nuestra localidad. Eso representa, para nosotros como equipo directivo y como Institución, un compromiso y una responsabilidad inmensa. El esfuerzo que las y los estudiantes y sus familias realizan para viajar, alquilar y sostener los estudios, tanto para quienes son de Junín como de otras localidades, nos convoca desde el compromiso y también desde el entusiasmo para construir prácticas y vínculos que fortalezcan la filiación institucional de los futuros docentes. Por ser un instituto público, y estamos orgullosos de serlo, se amplían enormemente las oportunidades de acceso, permanencia y egreso. 

-Muchos docentes que están actualmente en ejercicio han pasado por las aulas de este instituto, desde el nivel inicial y el secundario hasta el terciario. ¿El profesorado puede nutrirse de esa práctica para guiar su rumbo?

-En primer lugar, decimos que somos un nivel no obligatorio, pero claramente imprescindible: formamos para todos los niveles obligatorios del sistema educativo nacional. Toda la docencia que trabaja en el nivel inicial, primario y secundario se titula en los Institutos de Formación Docente. Esto nos dota de un saber pedagógico que otras instituciones de nivel superior, tal como la universidad, no siempre poseen. Justamente aparece allí, en el saber pedagógico, ese rumbo por el que vos preguntás. La pregunta por la educación es nuestra especificidad. Todos nuestros profesorados incorporan materias de la especificidad disciplinar, pero también del campo pedagógico y de la pregunta por la práctica docente en los distintos niveles educativos. Por ello, la formación en nuestros institutos es irreemplazable y tan importante. Queremos construir escuela para que la escuela construya una sociedad más digna, para nuestra generación y para las que vienen. Eso implica disputar varios sentidos del cómo, por qué y para qué educamos. Esos debates deben ser retomados y enriquecidos año a año en nuestras instituciones. 

-En relación a la oferta académica, este instituto ofrece profesorados con diversos anclajes, como lo humanístico y social (Historia, Geografía, Filosofía, Lengua o Inglés), y también en las disciplinas de ciencia más dura (Biología, Física y Química). Además está el profesorado de Educación Inicial, comprometido con el desarrollo de las infancias. ¿Cómo se articula esta diversidad en un mismo espacio?

-Lo que en principio parece constituir un problema, debería ser el fundamento mismo de la riqueza formativa de nuestro Instituto. Es necesario advertir que la tendencia a fragmentar las disciplinas supone un riesgo inmenso para el conocimiento científico, así como también para la comprensión y transformación social. El estudio de la realidad no puede ni debe asumir divisiones profundas, sino más bien necesarias articulaciones. 

Esto es hoy un desafío para nuestros Institutos. Pensar articulaciones dentro de cada profesorado, como también entre profesorados, supone un imperativo y una necesidad ineludible si queremos que la formación docente pueda dar cuenta de cierta coherencia entre la enseñanza y los posicionamientos político-pedagógicos que la sustentan. Las articulaciones son, sin embargo, lentas y trabajosas.

-¿Qué características tiene que tener un estudiante para ser docente? 

-Solemos resistir la idea de que hay un “perfil” de estudiante de nivel superior. Hablamos de trayectorias diversas, heterogéneas y también de cronologías de aprendizaje. Esto significa que cada estudiante que inicia un estudio en nuestro Instituto lo hace con una historia singular y única y que, como resultado de ello, los tiempos de aprendizaje son distintos y variados. A menudo, pretender un perfil de estudiante, contradice y niega la idea misma del derecho a la educación, al exigir ciertas condiciones o características para ser recibidos, alojados y admitidos por una institución. Si sostenemos que la educación es un derecho, no debemos esperar ni exigir condiciones en torno a las condiciones de acceso.

Pero si la pregunta es en torno a qué tipo de docentes queremos formar, al horizonte formativo, vuelvo a algunas ideas de la primera pregunta. La docencia debe asumir un compromiso ético, social, político, transformador, debe ser capaz de interpelar los principales problemas que tenemos como sociedad y ser críticos de las injusticias y desigualdades que allí acontecen. Debemos poder develar, analizar y deconstruir los discursos y prácticas que hacen de nuestras sociedades espacios de mayor desigualdad, individualismo, egoísmo y violencia. Queremos una sociedad que distribuya de modo más igualitario los bienes económicos y culturales y que respete y cuide las distintas formas de vida y la naturaleza. Entonces, para desarrollar una práctica docente, es preciso que la docencia pueda comprender, preguntarse y posicionarse ante esas realidades, problematizarlas, poner en debate esas preguntas dentro del aula. 

-¿Cómo es estudiar una carrera docente? ¿Hay prácticas con escuelas, diálogos con colegas, trabajos en grupo, investigación? Y, no menor, ¿cuál es el costo, qué se necesita para cursar?

-En primer lugar, nuestro instituto es público. Reitero que estamos orgullosos de pertenecer a un sistema público de educación que no pone material ni económicamente ninguna barrera de acceso. En ese sentido, nuestro Instituto es gratuito y sólo pedimos que quienes puedan, y de forma voluntaria, colaboren con el pago a la Asociación Cooperadora para sostener una parte de los gastos que insume el cotidiano.

Sobre cómo es estudiar un profesorado, es una pregunta que cada estudiante responde de modo distinto según la experiencia que transita. La cursada es presencial, diaria y con horarios que oscilan entre las 17:45 y las 23 horas. Desde los primeros años de cursada, nuestros estudiantes inician el contacto con las instituciones educativas, sociales y comunitarias en el marco de sus prácticas docentes. A partir de 3º y 4º año, inician con observaciones, planificaciones y prácticas en las aulas.

Desde el primer año van construyendo vínculos de compañerismo y amistad. Nos conocemos, nos vinculamos desde una cercanía más directa. Estudiantes y docentes comparten clases, salidas educativas, viajes, jornadas, grupos de trabajo. Y se aprende tanto de los consensos como de las diferencias y los conflictos en una comunidad de casi mil personas.

-En la agenda pública se pueden ver todo tipo de demandas a la educación. Demandas y acusaciones. ¿Cuáles son los desafíos de la educación en el siglo XXI?

-Somos conscientes de las demandas y expectativas que la sociedad pone en la escuela, pero entendemos que hay una sobredemanda, a menudo desmedida y desproporcionada. Sabemos la importancia que la institución escolar tiene para construir sentidos y prácticas para una sociedad mejor, pero es una entre muchas otras instituciones y actores que deberían asumir esa función. Tenti Fanfani sostiene que la escuela es tensionada por todas las demandas que la sociedad le hace, al mismo tiempo que está siendo disputada en los sentidos de educar por el mercado, las redes sociales y los medios masivos de comunicación. 

Por otra parte, cuando se habla del conocimiento como una solución a los problemas sociales, debemos advertir y considerar algunos reparos. No creemos que el conocimiento per se cumpla esa función en tanto su utilización no esté enmarcada en construcciones éticas, de un modelo de sociedad incluyente que permita saldar la deudas con quienes desde hace mucho tiempo están en los márgenes y excluidos del acceso a bienes económicos y de la cultura. 

Además, advertimos que el conocimiento científico no es neutral y que responde, muy a menudo, a intereses sectoriales y corporativos. Nunca ha existido un ritmo tan acelerado y vertiginoso de producción del conocimiento como en la actualidad, y sin embargo nunca hemos afrontado tantos problemas y desafíos humanitarios como civilización. Esto pareciera indicar que la resolución de ciertos problemas no dependen de “más conocimiento”, sino de la posibilidad de construir -con los ya existentes- sentidos y prácticas colectivas, de inclusión y solidaridad, que tengan un sustrato primario de interculturalidad. Por ello, también es preciso dar un debate en torno a qué es el conocimiento, quienes lo construyen y para qué está siendo enseñado. El debate es entonces epistemológico, político y pedagógico.

-Por último, ¿cómo evalúan el futuro para los institutos de formación docente y técnica que se inscriben en la provincia de Buenos Aires? Frente a los cambios de gobierno, frente a una sociedad tensionada por la pobreza, y en un mundo conectado y desigual.

-Nuestros Institutos de Formación Docente y Técnica poseen un rasgo específico como espacios formadores: la capilaridad territorial. Nuestra provincia de Buenos Aires posee más de ciento ochenta institutos con una población de casi un cuarto de millón de estudiantes en las aulas. Es un número realmente importante que deberíamos valorar, considerando la capacidad de nuestros institutos de llegar allí donde muchas otras instituciones formadoras no llegan. La presencia de nuestros Institutos en el territorio ofrece un paso más, en ese sentido, para garantizar el derecho a la educación superior de jóvenes y adultos. Desde allí, el futuro debe ser el de fortalecer y consolidar nuestro espacio formativo.

Hemos oído en el último tiempo discursos muy agresivos contra la educación pública, incluso contra nuestros institutos, en un país que tiene la inmensa virtud de sostener desde hace más de cien años un sistema de educación pública con oferta gratuita en todos los niveles educativos. Debemos ser cuidadosos. Ha costado mucho construir y sostener los espacios que tenemos para que en nombre de la libertad y el privatismo volvamos perder el derecho de garantizar y brindar espacios de formación para la comunidad.

Recupero una idea previa. En nuestros Institutos nos damos la tarea de pensar y construir prácticas que disputen sentidos al mercado, al individualismo y a esa libertad irrestricta que algunos nos proponen como la panacea para todos los males. Por eso los Institutos son tan importantes, porque suman voces y espacios contrahegemónicos al dictado de la razón mercantilizadora. Por eso se nos disputa y por eso necesitamos seguir formando, para que haya voces dispuestas a asumir posiciones y poner miradas en contacto, sólo así habrá posibilidades de construir y reconstruir juntos lo público.