Por qué viajar es bueno para el cerebro: Conocé las bases científicas

  • Publicado el 12/11/2023

Está comprobado científicamente que viajar estimula el cerebro, lo vuelve más práctico y creativo, logrando ampliar la capacidad de comprender la realidad desde nuevas perspectivas. La novedad y la variedad es una de las claves para estimularlo y entrenarlo.

Así lo explica a NA Lucía Crivelli, Jefa del área de Neuropsicología de Fleni, al retomar diversas investigaciones vinculadas al impacto que generan los viajes en el cerebro humano. “Dos aspectos que han ganado relevancia en la investigación científica en este sentido son la salida de la zona de confort y la práctica japonesa del "shinrin-yoku" o baño forestal. Ambos se revelan como potentes impulsores de la agilidad emocional, la flexibilidad cognitiva, la creatividad y la salud mental”, introduce.

Y enseguida detalla: La flexibilidad emocional, definida como la capacidad de gestionar las emociones reflexivamente, surge como una ventaja clave al exponernos en situaciones fuera de nuestra zona de confort. La creatividad, vinculada a la neuro plasticidad cerebral, y la salida de la zona de confort, viajando y conociendo nuevos territorios, promueven, además, la empatía al suspender el juicio superficial y alentar la apreciación de la diversidad cultural. Sin embargo, es importante destacar que la flexibilidad cognitiva, esencial para la creatividad, requiere una inmersión profunda en la cultura local y no simplemente una visita turística”.

Distintos estudios liderados por Adam Galinsky, psicólogo y profesor de la Universidad de Columbia, durante la última década han demostrado que los ejecutivos que han vivido en varios países extranjeros (expuestos a otras culturas y otros idiomas), son más creativos y audaces al abordar su trabajo.

Al mismo tiempo, investigaciones realizadas en los años 80 y 90, anticiparon conclusiones complementarias. “Según la Teoría de la Conservación de los Recursos (Hobfoll, 1989) y el Modelo Esfuerzo-Recuperación (Meijman y Mulder, 1998) –continúa Crivelli-, las altas exigencias laborales, como la presión del tiempo, la ambigüedad de roles y las exigencias emocionales, agotan los recursos psicofisiológicos. Esta falta de recursos puede interferir con los pensamientos y acciones creativas".

"En su modelo de creatividad de red neuronal, Martindale (1999) se planteó la hipótesis de que las personas estresadas muestran principalmente patrones de comportamiento rutinarios, habituales y bien ensayados, porque su atención se centra en los factores estresantes, con el resultado de que es menos probable que las ideas creativas lleguen a la conciencia. Por el contrario, la atención de las personas que no se sienten estresadas o tensas no se ve cautivada por estímulos negativos. En consecuencia, su pensamiento puede ser más divergente y flexible (Baer y Oldham, 2006; Ohly, Sonnentag y Pluntke, 2006; Van Dyne, Jehn y Cummings, 2002)”, puntualiza.

Como dice a NA Claudia Feler, psicóloga clínica y directora de OH! Panel, "los cambios nos cambian”. Viajar hacia nuevos destinos es una condición primordial que despierta experiencias y emociones nuevas que modificarán nuestro cerebro queramos o no.

“Todos podemos percibir lo complejo que parece el mundo cuando es desconocido. Los viajes nos sacan de nuestra cómoda (no por eso placentera) rutina y nos llevan a lugares diferentes que en algunos casos nos encantan, en otros nos aterran. Nuestro cerebro tiene un objetivo claro y ancestral: que sobrevivamos”. detalla Feler.

Y continúa: “Exponernos a estímulos nuevos como introducirnos en una nueva cultura, animarnos a hacer cosas que normalmente no haríamos, vincularnos con personas que manejan otros códigos, perdernos en calles, probar comida para nosotros “raras” entre otras situaciones posibles, modifican inevitablemente nuestro cerebro y así también la forma de percibir el mundo exterior y nuestro mundo interior”.

A su vez, hay que destacar que hay diferencias sustanciales cuando el viaje es hacia destinos nuevos donde no “controlamos” lo que va a suceder en cada paso que demos. Y es entonces, cuando en términos psicológicos, también sucede un gran cambio interno.

“El desafío es exponernos a la sorpresa, a lo inesperado, a lo impredecible nos modifica. Algunas personas necesitan incomodarse demasiado para que la vida las sorprenda, otras conservarán ciertas rutinas conocidas y cambiarán otras. También están los que viajan siempre al mismo lugar a repetir prácticamente lo mismo que hacen en sus vidas diarias, no hay desafío para nuestras mentes ahí. No es lo mismo buscar descansar, que buscar experimentar. Cuando hablamos de experiencias que transformen nuestros cerebros, precisamos tener una actitud abierta y curiosa por lo nuevo. Es una decisión, de esas que se toman con convicción la de planificar un viaje que nos ayude a ampliar nuestras sesgadas creencias sobre el mundo y sobre nosotros mismos”, se extiende.

Más estudios sobre salud cerebral y viajar

De nuevo en los 2000, la revisión académica nos acerca conclusiones que potencia la idea de que viajar impacta en nuestro cerebro modificándolo de manera inevitable.

El llamado “baño forestal” (shinrin-yoku), que es una práctica que consiste en pasar tiempo en el bosque con el objetivo de mejorar la salud cerebral y el bienestar general, también da cuentas de múltiples beneficios. “Los shinrin-yoku, han sido estudiados por científicos japoneses como Miyazaki y Lee. Estos no solo reducen la presión arterial y las hormonas del estrés, sino que también mejoran la actividad del sistema inmunológico”, dice Crivelli.

Entre las consecuencias observadas, explica que impacta positivamente en el funcionamiento del sistema inmunológico al aumentar las killers cells, o células asesinas naturales (así llamadas porque tienen la capacidad de reconocer y destruir células anómalas o infectadas sin necesidad de una activación previa), y en los sistemas cardiovascular y respiratorio. A su vez, se ha concluido en que hay mejoras en los trastornos del estado de ánimo y el estrés y en la relajación mental (Park et al. 2012).

“La conexión con la naturaleza impacta positivamente en la regulación emocional, disminuyendo la rumia y aumentando la actividad en áreas del cerebro vinculadas con la empatía y las emociones”, sintetiza Crivelli, que suma a modo de reflexión final: “La literatura respalda la idea de que salir de la zona de confort, explorar nuevos territorios y conectarse con la naturaleza son prácticas beneficiosas para la salud mental y la creatividad. Ya sea a través de vivir en el extranjero, sumergirse en una nueva cultura o disfrutar de un baño forestal, estas experiencias ofrecen estímulos que revitalizan la mente y fomentan la flexibilidad cognitiva”.

“En la incomodidad de lo desconocido, encontramos la llave para desbloquear la transformación de nuestra mente y descubrir la auténtica riqueza de la existencia”, retoma para concluir Feler.

Escrito por Laura Gambale N.A