A los 89 años, falleció Mario Vargas Llosa
- Publicado el 14/04/2025
La familia del escritor Mario Vargas Llosa anunció este domingo su fallecimiento en Lima, a los 89 años. Según informaron sus hijos Álvaro, Gonzalo y Morgana Vargas Llosa a través de un comunicado, el autor murió “rodeado de su familia y en paz”, y no se realizarán ceremonias públicas.
“Su partida entristecerá a sus parientes, a sus amigos y a sus lectores alrededor del mundo”, expresaron sus hijos. La familia destacó que Vargas Llosa “gozó de una vida larga, múltiple y fructífera”, y que su obra “lo sobrevivirá”.
En el comunicado difundido por la familia, se informó que los restos del autor serán incinerados, “como era su voluntad”, y que el entorno más íntimo se despedirá de él “en familia y en compañía de amigos cercanos”, resguardando la privacidad.
“No tendrá lugar ninguna ceremonia pública”, indicaron sus hijos, quienes agradecieron las muestras de afecto y pidieron respeto en este momento de duelo.
Su obra
Con la muerte de Vargas Llosa desaparece el último representante del “boom” latinoamericano, el fenómeno literario surgido hace más de 60 años y del que precisamente el Premio Nobel nacido en Perú fue piedra angular con su novela 'La ciudad y los perros'.
Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa y Carlos Fuentes fueron el núcleo central de este movimiento al que también se añadieron Jorge Edwards, Miguel Ángel Asturias o Juan Carlos Onetti.
Muchos de ellos vivían en Barcelona gracias a que los editores Carmen Balcells y Carlos Barral impulsaron la literatura de América Latina, que no eran tan conocida en España y en Europa.
Fue el movimiento más importante de la literatura en español durante el siglo XX y surgió desde Barcelona entre 1967 y 1976 como un cruce de solidaridades revolucionarias por parte de un grupo de jóvenes escritores tras al cambio social que se fraguó en los países de América Latina y el triunfo de la Revolución Cubana, en un período marcado por la inestabilidad política y los continuos golpes de Estado en diferentes países.
Según recordaba el propio Vargas Llosa (Arequipa, 1936) todos ellos vivieron una época de mucho esplendor en la que no había rencillas sino una “enorme fraternidad y convencimiento de que la literatura latinoamericana era importante y que tenía un denominador común”.
“La ciudad y los perros” fue su primera novela, publicada en 1963 y considerada de trascendental importancia porque colocó a la narrativa peruana en el llamado “boom latinoamericano”, junto con diversos autores de Latinoamérica.
El “realismo mágico” era una de sus características, que rompió los límites espacio-temporales de unas historias que narraban una cruda realidad política, social o histórica.
“La obra de García Márquez es incomprensible sin la de Cortázar, y la de Cortázar es incomprensible sin la de Vargas Llosa, y se establece toda una red que corresponde a algo muy real. Porque yo sé que cada uno de nosotros es muy consciente de lo que están haciendo los demás”, aseguraba Carlos Fuentes en 1968.
García Márquez y Vargas Llosa se conocieron en el aeropuerto de Caracas, en agosto de 1967. Con apenas 31 años, Vargas Llosa era ya un escritor aclamado por la crítica, mientras que García Márquez, con 40 años, encontraba por fin el éxito editorial con 'Cien años de soledad', publicada ese año en Buenos Aires.
Poco después coincidieron en la Universidad Nacional de Ingeniería de Lima durante dos jornadas, el 5 y el 7 de septiembre de 1967, cuando el fenómeno del “boom” comienza a tomar forma y ambos comenzaron a hablar de literatura latinoamericana cuando todavía no se había acuñado el nombre de lo que hoy se conoce como “realismo mágico”.
Antes se habían leído mutuamente con admiración y se hicieron amigos entrañables, especialmente tras ser vecinos de barrio en Barcelona.
Pero la amistad se estropeó para siempre después de que Vargas Llosa le diera un puñetazo a García Márquez, a quien le dijo: “Esto es por lo que le hiciste a Patricia”.
Así lo cuenta el escritor peruano Jaime Bayly en su libro 'Los genios', en el que relata que hubo una noche de 1975 en la madrileña discoteca Bocaccio en la que estuvieron Patricia Llosa, que entonces estaba separada de Mario Vargas Llosa; García Márquez, la agente literaria Carmen Balcells y el también escritor Jorge Edwards, donde “pasaron unas cosas que son el origen mismo del puñetazo”.
Se dice que ese puñetazo supuso el fin del “boom”, pues sus dos protagonistas, García Márquez y Vargas Llosa, no volvieron a hablarse jamás.
La ciudad y los perros (1963), La casa verde (1966) y Conversación en La Catedral (1969). Estas novelas no solo lo consagraron, sino que definieron su voz única. Su producción, lejos de disminuir, se expandió a múltiples géneros: ensayo, artículo periodístico y teatro, mientras varias de sus obras saltaban a la pantalla grande y chica. Entre sus novelas posteriores destacan La guerra del fin del mundo (1981), La fiesta del Chivo (2000) y El sueño del celta (2010).
Su vida política
De comunista militante a la vanguardia neoliberal, de enemigo acérrimo del fujimorismo a respaldar a Keiko Fujimori. La política atravesó y ocupó la vida de un Mario Vargas Llosa que trató de ser presidente de Perú, conoció la persecución política y siempre tuvo el devenir de América Latina en su pensamiento.
Lo dejó claro en 1967: “Dentro de diez, veinte o cincuenta años habrá llegado, a todos nuestros países, como ahora a Cuba, la hora de la justicia social y América Latina entera se habrá emancipado del imperio que la saquea, de las castas que la explotan, de las fuerzas que hoy la ofenden y reprimen. Yo quiero que esa hora llegue cuanto antes”.
Acababa de recibir el premio Rómulo Gallegos por 'La Casa Verde' que le lanzó al estrellato. Viajó a Caracas, se abrazó a un entonces desconocido Gabriel García Márquez, y mostró su compromiso, además de comenzar una larga serie de pronósticos políticos errados.
Deseó entonces abogó por “que América Latina ingrese de una vez por todas en la dignidad y en la vida moderna, que el socialismo nos libere de nuestro anacronismo y nuestro horror”.
El desencanto con la revolución cubana comenzó ese mismo año, cuando el régimen castrista encarceló al poeta Herberto Padilla y él exigió, junto a otros autores, su liberación.
La brecha se abrió años después, cuando Perú estaba bajo la dictadura militar que se autodenominó “Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas”.
En una carta de 1969 le dijo al autor mexicano Carlos Fuentes que la afinidad de la izquierda por esa dictadura era un “disparate apocalíptico.
“En el Perú la confusión política adquiere niveles paranoicos. Los generales se van a quedar en el poder muchos años y cuentan con el apoyo de la izquierda, que proclama a diestra y siniestra que el régimen es nacionalista y antiimperialista, lo que es un disparate apocalíptico”, le mencionó en una misiva.
Fue la devoción por las libertades individuales la que le alejó de manera progresiva de la revolución cubana y sus adláteres y le acercó a un liberalismo al que dedicó horas, compromiso, esfuerzo y trabajo literario.
Lo recordaba en 2016, cuando en la ciudad castellana de Burgos hizo balance de su carrera y defendió el papel fundamental que juega la literatura como garante de la democracia y la libertad, al formar a ciudadanos informados.
“Nos hace ciudadanos más conscientes de lo que significa para una sociedad la justicia y la injusticia, la verdad y la mentira, la dicha y la infelicidad”, dijo entonces.
Su carrera política formal comenzó en la década de 1980, cuando se sumó al movimiento Libertad, que integró a los dos partidos de la derecha tradicional peruana: Acción Popular y el Partido Popular Cristiano.
Fue con esa coalición electoral, el Frente Democrático, con la que emprendió en 1988 su carrera hacia la Presidencia de Perú.
El hombre que fue criado en una familia tradicional, que contaba con el respaldo de los poderes ancestrales de Perú y con un proyecto político anclado en el liberalismo económico, fue derrotado.
Y la victoria se la llevó un político que representaba su antitesis personal: un hijo de inmigrantes japoneses que se había construido a sí mismo y que comenzó a forjar la historia latinoamericana de los 'outsider' que, con un discurso antiestablecimiento, llegan al poder.
Alberto Fujimori se convirtió también en el autócrata que iba a dividir a Perú hasta su muerte, en 2024 y, como todo tirano, no soportaba compartir el suelo patrio con su némesis política.
El escritor obtuvo en 1993 la nacionalidad española para, en sus propias palabras, evitar “ser un paria”, después de que Fujimori amenazara con quitarle la peruana al convertirse en su crítico más afilado.
El camino recorrido
Entre el comunismo inicial y el neoliberalismo final, Vargas Llosa había recorrido un camino marcado por las lecturas: de Jean Paul Sartre a José Ortega y Gasset.
“Comencé a leer a muchos pensadores liberales y quedé seducido por ellos, convencido de que el liberalismo dentro de la cultura democrática, dentro de la cultura de la libertad, era probablemente la doctrina que había impulsado las reformas más profundas, las mejores transformaciones que habían ido enriqueciendo la democracia y promoviendo valores que hoy día son universalmente aceptados”, dijo en la presentación de 'La llamada de la tribu'.
Ese compromiso le hizo posicionarse con contundencia, y bastantes polémicas, en los últimos años de su vida.
En su país, no hubo campaña en la que no pidiera el voto por un candidato y, con más frecuencia, contra otro: Keiko Fujimori, la tres veces derrotada aspirante presidencial y heredera política de Alberto Fujimori.
Pero en 2021, el hombre que tuvo que dejar atrás un país regido por un autócrata, que obtuvo la nacionalidad española antes de convertirse en un paria, pidió el voto para Keiko Fujimori.
“Deseo ardientemente que Keiko Fujimori gane la elección”, dijo para sorpresa de muchos y mala suerte de la aspirante, que fue derrotada por el sindicalista -y posterior golpista- Pedro Castillo.
Sus últimas intervenciones en la política, instaladas ya en la polémica, estuvieron marcadas por su respaldo a la mandataria peruana Dina Boluarte, quien fue electa inicialmente como vicepresidenta en la fórmula que encabezaba el marxista Castillo.
Boluarte pasó de rival, cuando aspiraba a la Vicepresidencia, a aliada, cuando dirigía su país con severidad durante la oleada de protestas que se desataron tras el fallido autogolpe de Estado de Castillo.
Vargas Llosa recibió de manos de Boluarte el Gran Collar de la Orden El Sol del Perú cuando las protestas comenzaban a atenuarse y destacó que la mandataria hubiera “asumido la primera magistratura respetando la legalidad y el estado de derecho”.
Otro eje que siempre marcó la preocupación política de Vargas Llosa fueron los populismos y las dictaduras en América Latina, y se caracterizó por ser un acérrimo anticastrista y adversario de la Venezuela de Hugo Chávez y Nicolás Maduro.
Tampoco se escapó de sus críticas el magnate Donald Trump, antes incluso de su llegada a la Presidencia estadounidense, al que calificó de “demagogo, payaso e irresponsable”.
Y de España, su país de adopción, también tenía opiniones claras. En 2014 encabezó el manifiesto de “Libres e Iguales” contra el secesionismo catalán y en defensa de la Constitución, una propuesta presentada en el Congreso de los Diputados.
El movimiento nacía como un llamamiento dirigido a PP, PSOE, UPyD y Ciudadanos, al que sumaron numerosos intelectuales, políticos y personalidades.
En enero de 2019 abandonó el Pen Club Internacional, asociación mundial de escritores que llegó a presidir, después de que ésta instara a las autoridades españolas a liberar a los líderes secesionistas catalanes Jordi Sánchez y Jordi Cuixart.
Entre medias, respaldó a Mauricio Macri en Argentina, en 2019; Carlos Mesa en Bolivia, en 2020; José Antonio Kast en Chile en 2021; o Rodolfo Hernández en Colombia y a Jair Bolsonaro en Brasil, en 2022.
Una larga lista que tenía como punto en común los adversarios: todos ellos militantes de izquierdas, en sus distintas tonalidades que, al igual que Castillo en 2021, vencieron en los comicios dándole a Vargas Llosa una inmerecida fama de gafe electoral.
Una lista que muestra también la ruta recorrida por Vargas Llosa, de un comunismo militante a voz principal del neoliberalismo. Siempre con América Latina como referente.
MC/MU con información de la agencia EFE