Capitalismo en pausa

  • Por Gustavo Romans -
  • Publicado el 24/05/2020

El Estado, tal como hemos estudiado, ya no existe. Esa organización social, económica, política soberana (¿?), formada por instituciones válidas para la sociedad, no es en el presente, sino una casta que va rotando en el poder, utilizando al estado como herramienta.

Hay estados criminales y otros más piadosos, pero quienes influyen sobre ellos, son parte de ese capitalismo que transita blandiendo una bandera gigante que dice “ilimitado”, para relacionarlo de manera premeditada con el desarrollo “ilimitado” de productividad. Consumo y más consumo. Nuevos productos y más nuevos que reemplazan en horas a los nuevos, nuevos.

Los estados administran una sociedad sin límites. Lo que los Lacanianos llaman “goce”. Una sociedad que elige eludir la castración y consume todo lo que puede, y lo que no también. “No hay límites” rezan las publicidades que invaden los medios audiovisuales. “No te pongas límites”. Una invitación constante a gozar en el consumo, a vivir en un paraíso de éxtasis absoluto. Aún frente a la implosión de la economía, el desastre contra el medio ambiente, las guerras, el hambre, los genocidios y las muertes que todo eso ocasiona.

Los estados son padres, que alientan, impulsan, incentivan y facilitan ese comportamiento de manera organizada, institucional. Legitiman el consumo sin sonrojarse. No dejan lugar a la mínima posibilidad de deseo, de falta. ¡Compren! ¡Compren! Gocen.

En eso andaba la sociedad cuando de pronto aparece un tal Covid-19 para “castrar” ese goce que el Capitalismo no esperaba. Paradójicamente, desde un lugar marginal y pobre de todo, alguien cocinó murciélago o alguna cosa similar y el capitalismo entro en crisis, junto a todas las estructuras que hasta ahora venían fingiendo. De pronto, todas esas impenetrables, impolutas e incuestionables estructuras que administran capitalismo sin parar, tuvieron que parar.

El mundo “ilimitado” que vendía felicidad en formato de objetos, viajes, tratamientos, dietas, maestrías, deportes, comidas exóticas, fondos de inversión, drogas, nuevas drogas y más drogas, se ve amenazado por un cocinero que decide hacer caldo de Pangolín con Murciélago.

En escena lo real, el capitalismo se refugia en la ciencia, lo simbólico. “Que salga pronto la vacuna!” claman los estados. “Volvamos a consumir sin límites”. Pastillas, pastillas y pastillas. La ciencia al servicio del goce infinito. Vacunamos y seguimos. No se desesperen. Y en eso andan los científicos del mundo, trabajando “sin límites” para laboratorios que corren carreras “sin límites” con el objetivo de lograr la vacuna “necesaria” contra el Covid-19, que hoy castra el goce naturalizado que precisa el capitalismo. 340.000 personas sin distinción de clase social han muerto por Coronavirus. ¡Si será necesaria la vacuna!

Cada año, 6 millones de niños menores de 5 años mueren a causa del hambre. La vacuna está inventada desde siempre. El capitalismo los mata. El “sin límite” los asesina. Sin embargo, el mundo no se baja de la frenética rueda de éxtasis y los estados fruncen el ceño y arman proyectos y programas contra el hambre que terminan alimentando presupuestos pornográficos de instituciones que lograran con éxito garantizar más goce.

La post pandemia ya tiene diferentes versiones según quien la mire. Los estados ya inventaron una definición como para ir tirando “la nueva normalidad”. El capitalismo se relame. Apenas si sufre un rasguño en esta batallita. Apenas una pausa se ha tomado.

 Ya se apronta a repartir la vacuna como golosinas. Y a seguir.